Codex Calixtinus: Cap. X. y Cap. XI. La primera guía del Camino de Santiago. El Codex Calixtinus, fue escrito hacia 1135 y se le atribuye la autoría a Aymeric Picaud, clérigo de Le Puy (Francia). Se puede ver una copia del Codex Calixtinus, en la exposición permanente que hay en el Castillo Templario de Ponferrada.
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Además tiene esta iglesia, según tradición, 72 canónigos, de acuerdo con el numero de los 72 discípulos de Cristo, y que observan la regla del doctor de las Españas san Isidoro.
A éstos, pues, se les reparten las ofrendas del altar de Santiago por semanas sucesivas. Al primero se dan las ofrendas en la primera semana, al segundo en la segunda, al tercero en la tercera y después se reparten a los otros hasta el último.
Cada domingo, según dicen, se hacen tres partes de las ofrendas, la primera de las cuales la recibe el hebdomadario a quien corresponde.
De las otras dos partes nuevamente reunidas se hacen luego tres partes, una de las cuales se da a los canónigos para su comida, otra a la obra de la basílica y la otra al arzobispo de la iglesia.
Pero la semana que va de Ramos a Pascua debe darse de acuerdo con la costumbre a los peregrinos pobres de Santiago en el hospital.
Es más, si se cumple la justicia de Dios, la décima parte de las ofrendas del altar de Santiago debe darse en todo tiempo a los pobres que lleguen al hospital. Pues todos los peregrinos pobres deben recibir por amor de Dios y del Apóstol hospitalidad completa en el hospital la noche siguiente al día en que lleguen al altar de Santiago. en cambio, los enfermos han de ser atendidos allí caritativamente hasta su muerte o total restablecimiento. Pues de esta forma se hace en San Leonardo.
Cuantos pobres peregrinan allí llegan, reciben comida. También deben darse normalmente a los leprosos de la misma ciudad las limosnas que lleguen cada domingo al altar desde el amanecer hasta la hora tercia.
Y si algún prelado de la misma iglesia cometiese fraude en esto o invirtiese de otro modo las limosnas que han de darse como hemos dicho antes, tenga su pecado ante Dios y él.
Los peregrinos, tanto pobres, como ricos, han de ser caritativamente recibidos y venerados por todas las gentes cuando van o vienen de Santiago. Pues quienquiera que los reciba y diligentemente los hospede, no sólo tendrá como huésped a Santiago, sino también al Señor, según sus mismas palabras, al decir en el Evangelio: "El que os reciba a vosotros, me recibe a mi".
Hubo antiguamente muchos que incurrieron en la ira de Dios, porque no quisieron recibir a los necesitados y a los peregrinos de Santiago.
En Nantua, que es una villa entre Ginebra y Lyon, la tela de cierto tejedor que negó pan a un peregrino de Santiago que se lo pedía, cayó súbitamente al suelo rota por medio.
En Vilanova, otro necesitado peregrino de Santiago pidió limosna por amor de Dios y de Santiago a una mujer que tenía pan y el peregrino le dijo: "Ojalá se convierta en piedra el pan que tienes !" Y cuando el peregrino aquél salió de la casa y estuvo lejos, se acercó la mala mujer a las cenizas y, pensando recoger su pan, encontró un piedra redonda en vez del pan. Y ella, arrepentida de corazón, siguió en seguida al peregrino, pero no lo encontró.
En la ciudad de Poitiers, dos nobles galos que volvían cierta vez de Santiago sin recursos, pidieron posada por amor de Dios y de Santiago desde la casa de Juan Gautier hasta San Porcario, y no la encontraron. Y habiéndose hospedado en la última casa de aquella calle en casa de un pobre, junto a la iglesia de San Porcario, hete aquí, pues, que, por castigo de Dios, un rapidísimo incendio asoló toda la calle en aquella noche comenzando por la casa en que primero había pedido posada hasta aquella en la que se habían hospedado los siervos de Dios, quedo intacta por gracia divina. Por lo cual sépase que los peregrinos de Santiago, tanto pobres como ricos, han de ser justamente recibidos y diligentemente atendidos.
La catedral de Santiago tiene, pues, cincuenta y tres alzadas de hombre de longitud, es decir, desde la puerta occidental hasta el altar de san Salvador. En cambio, de anchura, desde la puerta Francesa hasta la del mediodía, tiene treinta y nueve. Su altura por dentro mide catorce. Nadie puede saber cuánta sea su longitud y su altura por fuera.
Esta misma iglesia tiene, pues, nueve naves abajo y seis arriba, y un cuerpo y dos brazos, y otras ocho capillas pequeñas, en cada una de las cuales hay sendos altares. Y de aquellas nueve naves que seis son pequeñas y tres grandes. La primera nave principal va desde la puerta de occidente hasta los cuatro pilares centrales que sostienen toda la iglesia, y tiene una navecilla a la derecha y otra a la izquierda.
A su vez las otras dos naves grandes están dispuestas en dos brazos y la primera de ellas se extiende desde la puerta Francesa hasta la puerta meridional. Y ambas naves tienen dos navecillas laterales. Estas tres naves principales llegan hasta el techo de la iglesia, y las seis pequeñas sólo alcanzan hasta las media cindrias.
Todas las naves grandes tienen de anchura once alzadas y media de hombre. La alzada de un hombre decimos que son justos ocho palmos. En la nave mayor hay 29 pilares, 14 a la derecha y otros tantos a la izquierda, y hay uno dentro entre las dos puertas frente al aquilón, que separa los ciborios. A su vez en las naves del crucero de la misma iglesia, a saber, desde la puerta Francesa hasta la del mediodía, hay 26 pilares, doce a la derecha y otros tantos a la izquierda y dos colocados dentro ante las puertas, que separan los ciborios y los portales.
En el ábside, además, existen ocho columnas exentas alrededor del altar de Santiago. Las seis navecitas que hay arriba en el triforio de la iglesia son de la misma longitud y anchura que las otras navecitas que están debajo de ellas. Por uno de sus lados, desde las grandes naves, suben hasta lo alto, y unos dobles pilares que son llamados por los canteros medias cindrias. Arriba en las naves hay tantos pilares como existen abajo en la iglesia y en el triforio hay tantos arcos fajones como abajo; pero en las naves del triforio entre pilar y pilar hay siempre dos columnas juntas, llamadas cindrias por los canteros.
En esta iglesia, en fin, no se encuentra ninguna grieta ni defecto; está admirablemente construida, es grande, espaciosa, clara, de conveniente tamaño, proporcionada en anchura, longitud y altura, de admirable e inefable fábrica, y está edificada doblemente, como un palacio real. Quien por arriba va a través de las naves de triforio, aunque suba triste se anima y alegra al ver la espléndida belleza de este templo.